Guerra e Imperio: Primacía de Esparta .


Guerra e Imperio.

Historia. En la guerra del Peloponeso, Esparta procuró por todos los medios imaginables sustituir los gobiernos demócratas por los aristócratas; sus guarniciones preponderaban en las ciudades; la pobreza, prescrita por Licurgo, desapareció a consecuencia de los tesoros proporcionados por la guerra. Ejercía sobre los vencido s su poder brutal, y se alió con los Persas. Estos, después de la batalla de Eurimedonte y de Chipre, encontráronse excluidos de Europa, sin contar con que los tenían ocupados las revueltas de Bactriana y del Egipto. Concluida la dinastía legítima, la nueva de Darío Noto, es decir bastardo, tuvo muchas contrariedades; alteró luego la constitución del imperio, confiando muchas provincias a un solo jefe, a quien confería además la autoridad militar; todo lo cual daba campo a revueltas. Los Persas fueron expulsados de Egipto, y hubieran corrido peligro de ser vencidos por los Griegos, si éstos no hubiesen estado ocupados en la guerra del Peloponeso, donde los Persas, corrompiendo con el oro y favoreciendo con las armas, alimentaban a las facciones. Lisandro se captó la voluntad de Ciro, hijo menor de Darío Noto, dedicado al trabajo, a las ciencias.



Primacía de Esparta.
 Por otro lado la Historia nos cuenta que Ciro, Inspirado por la ambición de su madre Parisatis, aspiró al trono, en perjuicio de su hermano mayor Artajerjes Memnón; habiéndose conquistado el con curso de los pueblos de su provincia, pidió socorros a los de Esparta, y obtuvo de ella 800 guerreros, la flota y la autoridad de asalariar a cuantos súbditos de Esparta quisiese. Procediendo de este modo, llegó hasta Cunaxa, cerca de Babilonia, y estaban venciendo los suyos cuando cayó mortalmente herido. Habiendo desaparecido la ocasión misma de la guerra, tanto los Jonios como los Griegos, no podían pensar más que en la retirada. Los Persas no se atrevían a atacarlos, sino que, por el contrario, les ofrecieron víveres, a fin de que no causaran daños al país; aunque envueltos muchas veces por los canales, que abundaban en Babilonia, y a pesar de haber sido asesinados Clearco y otros cuatro generales, continuaron la retirada dirigidos por Querisofo y Jenofonte discípulo de Sócrates, quien nos dejó una bellísima descripción de aquella empresa. A consecuencia de los sufrimientos, de las privaciones y de las traiciones experimentadas, los diez mil combatientes quedaron reducidos a seis mil al volver a su patria. Tisafernes acudió a castigar a los Griegos por el auxilio que habían prestado a Ciro; renovose, pues, la guerra. Esparta fue ayudada por Lisandro y Agesilao Disgustado Lisandro de la tosca vida de los suyos, trató de civilizarlos, les procuró riquezas, comercio y flota; esperaba también hacerse rey después de la muerte de Agis, pero el oráculo hizo preferir a Agesilao, hermano de Agis, de aspecto mezquino, y cojo, pero de grandeza de ánimo, venerador de los éforos y del senado. Pues to al frente de la flota armada contra los Persas, quiso 30 senadores como consejeros, entre los cuales se hallaba Lisandro, amado de los tiranuelos del Asia, y representante de la parte progresista, mientras que Agesilao era conservador. Tisafernes fue derrotado a orillas del Pactolo y matado por los suyos; Agesilao, seducido por promesas, se alió con el rey de Egipto, impidió los armamentos que Artajerjes pensaba sacar de la Fenicia y de la Cilicia, y viendo que los sátrapas se le sometían fácilmente, se propuso conquistar la misma Persia.

Guerra e Imperio: Primacía de Esparta.
Pero los del Imperio Persas compraron con dinero a los facciosos, que acusaron a Esparta de tiranía, y obligaron a que se coaligaran contra ella Corinto, Tebas, Argos, la Tesalia y Atenas. Lisandro acudió a reprimirlos, pero quedó muerto en Aliarte de Beocia, no siendo llorado por los suyos, que le acusaban de ambicionar la dignidad suprema. Agesilao tuvo que desistir de sus vastos proyectos para volver a su patria, y venció a los coaligados en Coronea; pero al mismo tiempo fue deshecha su flota por el ilustre almirante Conón, quien se repuso del combate de Egospótamos, quitando a Esparta la primacía del mar; después de otras victorias entró triunfante en el Pireo, y reedificó los muros de Atenas. Esparta quedó irritada; Antálcidas, émulo de Agesilao, fue al rey del Imperio Persia para indisponerlo contra Conón, y concluyó la paz que lleva su nombre, en virtud de la cual, las ciudades griegas del Asia Menor, Chipre y Clazómenas quedaron bajo el dominio del Imperio Persas; conservó Atenas sus jurisdicción sobre Lemnos, Imbros y Esciros; y quedó la Grecia dueña de gobernarse a su antojo. Se convino que Esparta haría la guerra a quien pretendiese romper estos pactos.


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