La exposición de tus palabras, alumbra; hace entender a los simples. (Sal. 119: 130).


La luz y la comprensión impartidas por la Palabra de Dios no tienen únicamente, o principalmente, el propósito de promover la cultura intelectual. Los oráculos sagrados fueron dados a los hombres con una finalidad más elevada que la mera obtención de un bien terreno o temporal. Así vemos revelado el gran plan de redención, el medio ideado para liberar a la humanidad del poder de Satanás. Vemos a Cristo, el Capitán de nuestra salvación, enfrentando al príncipe de las tinieblas en batalla abierta y obteniendo la victoria por nosotros. Aprendemos también que, mediante esta victoria, se nos abrió una puerta de esperanza, una fuente de poder, y que como soldados fieles podemos pelear nuestras propias batallas con el astuto enemigo, y vencer en el nombre de Jesús. Cada alma debe hacer frente a los poderes de las tinieblas. Los jóvenes y los ancianos serán atacados, y todos deben comprender cuál es la naturaleza del gran conflicto entre Cristo y Satanás, y deben comprender que atañe a ellos mismos...

No hasta poseer un conocimiento intelectual de la verdad... La palabra debe penetrar en nuestro corazón. Debe arraigarse en nosotros mediante el poder del Espíritu Santo. La voluntad debe ser puesta en armonía con sus requerimientos. No sólo el intelecto sino el corazón y la conciencia deben concurrir en la aceptación de la verdad.

La Palabra de Dios da entendimiento a las gentes sencillas, a los que no han aprendido la sabiduría del mundo. El Espíritu Santo hace comprender las verdades salvadores de las Escrituras a todos los que desean conocer y realizar la voluntad de Dios...

Necesitamos sobre todo otro conocimiento, el conocimiento proporcionado por la Palabra de Dios. Necesitamos saber qué debemos hacer en este tiempo para escapar de las trampas satánicas y ganar la corona de gloria (Review and Herald, 25-9-1883).

0 comentarios:

Publicar un comentario